La “revolución forestal”: El negocio que Argentina no supo aprovechar
En los últimos 15 años, Brasil, Uruguay y Chile recibieron USD 37.000 millones, mientras que Argentina no recibió nada.
El incumplimiento del Acuerdo de Complementación Económica entre la Argentina y Chile por parte del presidente de Argentina Néstor Kirchner, representó un golpe al desarrollo de un sector que desde entonces registra un saldo negativo de casi USD 10.000 millones en: la industria forestal y el complejo de celulosa, papel y madera.
La empresa chilena del grupo Matte, CMPC, inició un proceso de adquisiciones e inversiones para aprovechar el enorme potencial foresto-industrial. En este proceso, la empresa ha empezado a plantar pino en la Mesopotamia argentina, paso previo a una inversión de más de USD 1.000 millones en la construcción de una planta de celulosa y papel.
Sin embargo, en Chile, los Matte se habían asociado a la belga Tractebel para construir centrales térmicas que alimentarían el Sistema Integrado del Norte Grande (SING) del país trasandino. Sin el gas argentino, el proyecto debió reformularse y se demoró varios años. “Ni un dólar más a la Argentina”, decidieron entonces Bernardo y Eliodoro Matte, y el proyecto de CMPC se abortó definitivamente.
Con su enrome potencial forestal en la Mesopotamia, la Argentina se disputó luego con Uruguay la inversión para la planta de pasta de celulosa de la finlandesa Botnia, y cuando el proyecto enfiló a Uruguay se desató el conflicto que cortó por largo tiempo el puente entre Gualeguaychú y Fray Bentos, agrió las relaciones bilaterales y terminó encumbrando a Romina Picolotti, apadrinada por el entonces jefe de Gabinete, Alberto Fernández, como secretaria de Ambiente del kirchnerismo.
El corte del gas a Chile y el caso Botnia fueron dos baldones para el desarrollo de un sector clave. La planta de Botnia (hoy UPM) en Uruguay se agrandó, se construyó una segunda y se inició una tercera. Desde 2005, Jorge Vasconcelos comentó que Brasil, Uruguay y Chile recibieron USD 37.000 millones en inversiones forestales, mientras el país argentino no recibió ni un solo dólar.
Desde el 2006, el país acumula un déficit externo del sector de USD 8.668 millones, gracias a un déficit aún mayor en papel y un pequeño superávit maderero. La Argentina exporta en gran parte de China, rollos de madera para que hagan celulosa y papel, pero no ha invertido en producir más y procesar una materia prima renovable para la que tiene condiciones excepcionalmente favorables.
Hacia 2016, Brasil se había convertido en el segundo exportador mundial de celulosa, Chile en el quinto y Uruguay en el décimo. En 1960, Argentina era el segundo productor de celulosa en la región – casi a la par de Brasil-, y la producción de Chile y Uruguay era mínima. Sin embargo, la última inversión de peso en esta actividad por parte del país argentino fue hace casi 40 años, cuando en 1982 se inició el proyecto Alto Paraná, que el grupo chileno Arauco compró en 1996.
“Desde entonces, hubo algunos avances en plantación, algunas adquisiciones de tierras para forestación, pero inversiones “Greenfield” (esto es, plantas nuevas) no hubo ninguna”, destacó Claudia Peirano, directora de la Asociación Forestal Argentina (AFoA), una de las entidades que junto a la Asociación de Fabricantes de Celulosa y Papel (AFCP), la Federación Argentina de la Industria Maderera y Afines (Faima) y la Asociación de Fabricantes y Representantes de Máquinas, Equipos y Herramientas para la Industria Maderera (Asora) integran el Consejo Foresto-Industrial Argentino: Confiar. “Está toda la cadena junta para impulsar las medidas de un Plan Estratégico: no podemos seguir demorando esto que tanto le cuesta al país en divisas y empleo”, dijo Peirano.
El Plan Forestal 2030, para llevar de 1,3 a 2 millones de hectáreas la superficie de bosques cultivados, movilizar USD 7.000 millones de inversión, generar 160.000 nuevos empleos y exportar hasta USD 2.500 millones anuales de productos forestales, fue sometido, a través del BID, a una auditoría de Afry, la principal consultora forestal del mundo (producto de la fusión de los dos gigantes del sector, la alemana AF y la finlandesa Poiry).
Afry dice que “la volatilidad histórica del crecimiento económico y la acumulación de obstáculos institucionales han obstaculizado el desarrollo del país”. “Argentina tiene abundantes recursos naturales y tierras aptas pero el desarrollo industrial asociado al sector forestal está estancado, habiendo experimentado solamente en crecimiento en el desarrollo de la base forestal”, prosiguió.
Independientemente de la coyuntura macroeconómica Argentina ha tenido costos altamente competitivos por la madera industrial debido a la productividad de las plantaciones de rápido crecimiento en el país y si bien cuenta con un plan Estratégico Foresto-Industrial no cuenta con la norma jurídica de ley, dice la consultora internacional, que mensura la ventaja natural pero la balancea con la falta de estabilidad económica y seguridad jurídica.
Argentina, “tiene condiciones naturales óptimas” y “zonas de alta productividad forestal (la Mesopotamia) que permiten turnos de corta (talado) de 9 a 15 años en promedio (en países nórdicos es de 30 a 45 años) y suelos aptos que no compiten con la agricultura ni zonas de bosques nativos”.
Llevar a producción bosques cultivado de pinos, eucaliptus y álamos requiere entre un tercio y un cuarto del tiempo en Argentina que en los países nórdicos. Además, desarrollar esas oportunidades aliviaría la presión sobre los 53,6 millones de hectáreas de bosques nativos, cubriría el 95% de la demanda local de materia prima para las industrias de base forestal y, asociado al desarrollo industrial, permitiría exportar hasta USD 2.500 millones anuales.
En cuanto al Plan Forestal, que permitiría aprovechar una creciente demanda internacional de productos de base de madera, como en nuevas aplicaciones en construcción con madera y biomateriales, dice: “Argentina tiene una balanza comercial negativa en papeles, un déficit habitacional que puede ser atendido con construcción en madera, la posibilidad de expandir la producción de muebles y el uso de energía renovable en forma de chips y pellets, así como capacidad tecnológica para la innovación en biomateriales”.
«Un aspecto importante en las inversiones de capitales internacionales está relacionado a la tenencia y propiedad de la tierra. Los demás países de la región también cuentan con restricciones con relación a la extranjerización de la propiedad de la tierra. Sin embargo, existen asimismo alternativas que no impiden la industrialización del sector, como ser, la autorización de adquisición de tierra siempre y cuando tengan un proyecto industrial asociado”, señala en cuanto a la estructura.
Afry plantea un plan de desarrollo en fases, en cuya segunda etapa debería incluir “una fábrica swing para celulosa Kraft y de disolución, de escala global, con la posterior integración a viscosa y productos textiles. La fase de expansión también considera el incremento del consumo de madera en el sector de la construcción”. “Las inversiones en Uruguay apuntaban específicamente a China, y ahora favorecen a Paraguay que con el aporte de capitales suecos y finlandeses anunció una inversión de USD 2.000 millones”, explicó Peirano. “Botnia nos terminó de sacar del mercado mundial. Esto requiere credibilidad”.
En cuanto a la exportación de troncos comenta Peirano: “El déficit viene por la importación de papel, en especial los papeles marrones, que se usan para embalaje, tienen gran demanda industrial y su crecimiento se aceleró desde la pandemia, por el avance del comercio digital. Esos papeles se hacen con fibra larga (la “planta swing para celulosa Kraft” que menciona Afry) donde tenemos superávit y ventajas comparativas; tenemos los árboles crecidos, las posibilidades de expansión, lo que nos falta es la planta de procesamiento, la inversión. En China no pueden hacer crecer el pino como la Argentina y nos compran rollos de pino y ahora quiere comprarnos Paraguay, para hacer papel de embalaje”.
Papel Prensa, que readaptó su planta para producir más papel marrón (y menos de diario) y Arcor, que es además el principal consumidor local, a partir de comprar Papel Misionero, son productores locales, adaptaciones y procesos pequeños, pero hace falta las grandes plantas, que vienen de la mano de inversores extranjeros o grandes cuotas de financiamiento.
Los tres principales rubros de consumo de las clases alta y media alta son turismo, autos y construcción y embellecimiento de sus viviendas. “El turismo se desplomó, en el sector automotor hubo escasez de oferta y sobreprecios, y ese poder adquisitivo se canalizó en gran medida a pequeñas construcciones y mejoramiento de casas y departamentos”, dijo el empresario Daniel Saramaga, CEO de Patagonia Flooring que además explicó que “el sector de madera y construcciones atraviesa un excelente momento en cuanto a demanda”.
Además agregó, “mucha producción primaria de madera se está exportando, pero la industria local es reacia a emplear más personal debido a medidas como la prohibición de despido y la doble indemnización”.
Las empresas de muebles viven un excelente momento, pero no está en sus planes llamar la atención. “No es solo nuestro sector -dijo un fabricante consultado- también la industria farmaceútica está pasando un muy buen momento con el consumo de ansiolíticos, por la pandemia, pero nadie quiere llamar la atención, para que el Estado no venga a rapiñarte con más impuestos”.